Peligros_para_la_salud
PELIGROS PARA LA SALUD
Hasta
la fecha no hay casos probados de daño producido por el consumo de transgénicos,
sin embargo los riesgos potenciales por consumo de estos alimentos son:
Posible generación de resistencia de las bacterias a algunos antibióticos útiles
para el ser humano.
Reacción alérgica a los nuevos alimentos en personas susceptibles.
Ejemplo:
Fríjol Soya mejorado con un gene de una nuez brasileña para mejorar la calidad
proteica de la soya. Si este fríjol se hubiera expendido al público podría haber
causado serias reacciones alérgicas en una fracción de la población alérgica a
la nuez de Brazil.
Papas conteniendo un gene de otra planta que aumenta su resistencia a ciertos
insectos y gusanos producen un sobrecrecimiento del epitelio intestinal en las
ratas alimentadas con ellas. Este sobrecrecimiento sugiere la necesidad de que
estos productos sean evaluados cuidadosamente.
Un aspecto que origina polémica es el empleo de ADN de una
especie distinta a la del organismo transgénico; por ejemplo, que en maíz se
incorpore un gen propio de una bacteria del suelo, y que este maíz esté
destinado al consumo humano. No obstante, la incorporación de ADN de organismos
bacterianos e incluso de virus sucede de forma constante en cualquier proceso de
alimentación. De hecho, los procesos de preparación de alimento suelen
fragmentar las moléculas de ADN de tal forma que el producto ingerido carece ya
de secuencias codificantes (es decir, con genes completos capaces de codificar
información. Más aún, debido a que el ADN ingerido es desde un punto de vista
químico igual ya provenga de una especie u otra, la especie del que proviene no
tiene ninguna influencia.
La transformación de plántulas de cultivo
in vitro suele realizarse con un cultivo de Agrobacterium tumefaciens en
placas Petri con un medio de cultivo suplementado con antibióticos.
Esta preocupación se ha extendido en cuanto a los marcadores
de resistencia a antibióticos que se cita en la sección anterior pero también
respecto a la secuencia promotora de la transcripción que se sitúa en buena
parte de las construcciones de ADN que se introducen en las plantas de interés
alimentario, denominado promotor 35S y que
procede del cauliflower mosaic virus (virus del mosaico de la coliflor). Puesto
que este promotor produce expresión constitutiva (es decir, continua y en toda
la planta) en varias especies, se sugirió su posible transferencia horizontal
entre especies, así como su recombinación en plantas e incluso en virus,
postulándose un posible papel en la generación de nuevas cepas virales. No
obstante, el propio genoma humano contiene en su secuencia multitud de
repeticiones de ADN que proceden de retrovirus (un tipo de virus) y que, por
definición, es ADN foráneo sin que haya resultado fatal en la evolución de la
especie; estas repeticiones se calculan en unas 98.000 o, según otras fuentes,
en 400.000. Dado que, además, estas secuencias no tienen por qué ser
adaptativas, es común que posean una tasa de mutación alta y que, en el
transcurso de las generaciones, pierdan su función. Finalmente, puesto que el
virus del mosaico de la coliflor está presente en el 10% de nabos y coliflores
no transgénicos, el ser humano ha consumido su promotor desde hace años sin
efectos deletéreos.
Alergenicidad y toxicidad
Se ha discutido el posible efecto como alérgenos de los
derivados de alimentos transformados genéticamente; incluso, se ha sugerido su
toxicidad. El concepto subyacente en ambos casos difiere: en el primero, una
sustancia inocua podría dar lugar a la aparición de reacciones alérgicas en
algunos individuos susceptibles, mientras que en el segundo su efecto deletéreo
sería generalizado. Un estudio de gran repercusión al respecto fue publicado por
Exwen y Pustzai en 1999. En él se indicaba que el intestino de ratas alimentadas
con patatas genéticamente modificadas (expresando una aglutinina de Galanthus
nivalis, que es una lectina) resultaba dañado severamente. No obstante, este
estudio fue severamente criticado por varios investigadores por fallos en el
diseño experimental y en el manejo de los datos. Por ejemplo, se incluyeron
pocos animales en cada grupo experimental (lo que da lugar a una gran
incertidumbre estadística), ni se analizó la composición química con precisión
de las distintas variedades de patata empleadas, ni se incluyeron controles en
los experimentos y finalmente, el análisis estadístico de los resultados era
incorrecto. Estas críticas fueron rápidas: la comunidad científica respondió el
mismo año recalcando las falencias del artículo; además, también se censuró a
los autores la búsqueda de celebridad y la publicidad en medios periodísticos.
En cuanto a la evaluación toxicológica de los alimentos
transgénicos, los resultados obtenidos por los científicos son contradictorios.
Uno de los objetivos de estos trabajos es comprobar la pauta de función
hepática, pues en este órgano se produce la detoxificación de sustancias en el
organismo. Un estudio en ratón alimentado con soja resistente a glifosato
encontró diferencias en la actividad celular de los hepatocitos, sugiriendo una
modificación de la actividad metabólica al consumir transgénicos. Estos estudios
basados en ratones y soja fueron ratificados en cuanto a actividad pancreática y
testículo. No obstante, otros científicos critican estos hallazgos debido a que
no tuvieron en cuenta el método de cultivo, recolección y composición
nutricional de la soja empleada; por ejemplo, la línea
empleada era genéticamente bastante estable y fue cultivada en las mismas
condiciones en el estudio de hepatocitos y páncreas, por lo que un elemento
externo distinto al gen de resistencia a glifosato podría haber provocado su
comportamiento al ser ingerido. Más aún, el contenido en isoflavonas de la
variedad transgénica puede explicar parte de las modificaciones descritas en el
intestino de la rata, y este elemento no se tuvo en cuenta puesto que ni se
midió en el control ni en la variedad transgénica. Otros estudios independientes
directamente no encontraron efecto alguno en el desarrollo testicular de ratones
alimentados con soja resistente a glifosato o maíz Bt.
Propiedad intelectual
Un argumento frecuentemente esgrimido en contra de los
alimentos transgénicos es el relacionado con la gestión de los derechos de
propiedad intelectual y/o patentes, que obligan al pago de regalías por parte
del agricultor al mejorador. Además, se alude al uso de estrategias moleculares
que impiden la reutilización del tomate, es decir, el empleo de parte de la
cosecha para cultivar en años sucesivos. Un ejemplo conocido de este último
aspecto es la tecnología Terminator, englobado en las técnicas de restricción de
uso (GURT), desarrollada por el Departamento de Agricultura de EE.UU. y la
Delta and Pine Company en la década de 1990
y que aún no ha sido incorporada a cultivares comerciales, y por supuesto no
está autorizada su venta. La restricción patentada opera mediante la inhibición
de la germinación de las semillas, por ejemplo. Cabe destacar que el uso del
vigor híbrido, una de las estrategias más frecuentes en mejora vegetal, en las
variedades no tradicionales pero no transgénicas también imposibilita la
reutilización de semillas. Este procedimiento se basa en el cruce de dos líneas
puras que actúan como parentales, dando lugar a una progenie con un genotipo
mixto que posee ventajas en cuanto a calidad y rendimiento. Debido a que la
progenie es heterocigota para algunos genes, si se cruza consigo misma da lugar
a una segunda generación muy variable por simple mendelismo, lo que resulta
inadecuado para la producción agrícola.
En cuanto a la posibilidad de patentar las plantas
transgénicas, éstas pueden no someterse a una patente propiamente dicha, sino a
unos
derechos del obtentor, gestionados por
la Unión Internacional para la Protección de Nuevas Variedades de Plantas.
Brasil, España, Bolivia o Chile se encuentran en esa unión, siendo un total de
66 en diciembre de 2008 (entre los países no participantes destaca EE. UU.).
Para la UPOV en su revisión de 1991, la ingeniería genética es una herramienta
de introducción de variación genética en las variedades vegetales. Bajo esta
perspectiva, las plantas transgénicas son protegidas de forma equivalente a la
de las variedades generadas por procedimientos convencionales; este hecho
necesariamente exige la posibilidad de emplear variedades protegidas para
agricultura de subsistencia e investigación científica. La UPOV también se
pronunció en 2003 sobre las tecnologías de restricción de uso como la Terminator
mencionada anteriormente: de acuerdo a la existencia de un marco legal de
protección de las nuevas variedades, se indica que la aplicación de estas
tecnologías no es necesaria
Impacto en los medios
En 2009 fue prohibido el maíz transgénico
MON 810 de Monsanto en Alemania por el
Ministro Federal Aigner. Se anunció el alto inmediato del cultivo y
comercialización del MON810, invocando, al igual que Francia, la cláusula de
salvaguarda La Comisión Central Alemana para la Seguridad Biológica (ZKBS)
consideró que la prohibición no estaba fundamentada científicamente. Más de 1600
científicos han apelado al Ministro Aigner que no se sacrifique una tecnología
futura con gran potencial por razones de intereses políticos faltos de
perspectiva. En un continente distinto, los políticos indios tratan de evitar el
cultivo del brinjal Bt, a pesar de la evaluación positiva de seguridad por el
Comité Indio para la Aprobación de la Ingeniería Genética.
DESVENTAJAS DE LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS
El peligro de
los alimentos transgénicos
Los
transgénicos son nuevos en el planeta y por tanto nadie, ni siquiera las mismas
empresas que se encargan de crearlos, saben cómo se van a comportar. Las
posibles alteraciones en la salud humana y ambiental son impredecibles.
Durante 1998 y lo que
va de este año, científicos y representantes de distintas organizaciones
ambientalistas del mundo han denunciado el peligro que pueden acarrear los
alimentos transgénicos.
Hace unas semanas,
investigadores de la Universidad de Cornell en Nueva York, difundieron una
investigación según la cual el polen que proviene del maíz transgénico Bt mata
las larvas de la mariposa "Monarca".
Los estudios alertan
sobre los efectos que puede tener el polen difundido desde los campos de cultivo
hacia las áreas naturales adyacentes, en Estados Unidos, Canadá, Argentina y
España, donde se produce y vende comercialmente esa variedad de maíz.
Los alimentos
transgénicos son aquellos de origen animal o vegetal cuya composición genética
ha sido manipulada para aumentar su poder nutricional o rendimiento, haciéndolos
más resistentes a plagas o almacenamientos prolongados. La mayoría de los
productos transgénicos son alimentos, semillas e insumos agrícolas y fármacos
desarrollados por un poderoso grupo de empresas multinacionales, encabezadas por
la estadounidense Monsanto y la suiza Novartis. Sus principales productos son
soja, tomate, papa, tabaco, algodón y maíz resistentes, a herbicidas unos, y a
plagas, otros.
Necesidad de una etiqueta
En Ecuador la
preocupación por estos productos aumentó en los últimos meses con la información
de que podrían estar ingresando al país sin que los ecuatorianos se enteren, ya
que los alimentos procedentes de Estados Unidos que podrían serlo no tienen
etiqueta que los identifique como tales.
La bióloga Elizabeth
Bravo de la organización ambientalista Acción Ecológica dice que también existe
posibilidad de que la soja importada de Argentina sea transgénica. ''Aunque
Ecuador importa poca soja porque es autosuficiente, el 80 por ciento de la que
viene del exterior es de Argentina y nadie puede asegurar hasta el momento que
no sea transgénica como gran parte de la que se produce en ese país'', señaló
Bravo.
Según Acción Ecológica,
las papas estadounidenses que introducen a Ecuador los restaurantes de comida
rápida de origen norteamericano también podrían pertenecer a la producción
genéticamente modificada. Lo mismo podría ocurrir con el aceite de canola y
algunas materias primas para la alimentación de pollos. Con el objetivo de
profundizar en la información sobre los alimentos transgénicos, se realizó en
Quito el I Curso Regional de Bioseguridad en el que participaron expertos en
bioseguridad de varios países de América Latina, representantes de los gobiernos
de Bolivia, Colombia, Ecuador, Cuba, Venezuela y de la Unesco, quienes al
finalizar pidieron que los gobiernos latinoamericanos instrumenten mecanismos
comunes de seguridad para este tipo de alimentos.
Los participantes
también señalaron que en América Latina, la mayor parte de los que toman
decisiones sobre productos transgénicos no tiene la formación necesaria para
tratar el tema. ''Los representantes gubernamentales que deciden sobre la
introducción, uso y manejo de organismos vivos modificados por técnicas de
biotecnología en América Latina, requieren mayor capacitación para cumplir sus
funciones'', señaló Arvelio García Rivas, de Unesco.
Elizabeth Bravo comentó
que los transgénicos son nuevos en el planeta y, por tanto nadie, ni siquiera
las mismas empresas que se encargan de crearlos, saben cómo se van a comportar.
''Las posibles alteraciones en la salud humana y ambiental son impredecibles'',
aseguró.
José Sánchez Parga,
integrante del Comité Ecuatoriano de Bioética, señaló que el desarrollo
biotecnológico exige precautelar la integridad de las personas y los recursos
naturales. ''Hay que armonizar el desarrollo del conocimiento de la
biotecnolgía, salvaguardando el patrimonio y la diversidad genética. La bioética
debe ser entendida como una disciplina que busca humanizar la vida moderna y
evitar la mala utilización de ese conocimiento'', dijo Sánchez Parga.
Para los presentes en
este Curso organizado por Unesco, la Fundación de Ciencia y Tecnología de
Ecuador (Fundacyt), el Grupo Nacional de Biotecnología y la Universidad Central
del Ecuador, es fundamental difundir la bioseguridad en los centros de
enseñanza. Santiago Carrasco de la Secretaria Nacional de Ciencia y Tecnología
cree que es necesario crear en la región andina una cultura sobre la
bioseguridad. ''Es necesario que los países andinos desarrollen actividades
conjuntas entre los sectores académicos públicos y privados con el sector
productivo para fortalecer la biotecnología y la bioseguridad aplicadas al
desarrollo'', dijo Carrasco.
La experta cubana en
bioseguridad, Orfelina Rodríguez García, señaló que el principio de bioseguridad
no se puede sacrificar en aras del libre comercio. ''Cuando un ser vivo
genéticamente manipulado se escapa al ambiente, éste ya no volverá a ser el
mismo. Las consecuencias son impredecibles'', señaló. La doctora Rodríguez
aseguró que es esencial controlar las semillas genéticamente modificadas y
asegurarse de que hayan sido aprobadas y certificadas en sus países de origen.
''Los gobiernos deben informar a la población sobre los riesgos de la
utilización de transgénicos y debe obligarse a que estos productos tengan
etiqueta para que los consumidores sepan qué están consumiendo'', comentó.
Participación de la sociedad
Sin embargo, hay otro
expertos en genética de América Latina que defienden el uso de semillas
transgénicas como vía para asegurar el aumento en la producción de alimentos,
pese a las implicancias éticas y sanitarias que podría representar el mal uso de
esa tecnología.
El argentino Oscar Grau
reconoció que cuando se iniciaron las investigaciones en genética vegetal los
expertos no tenían la menor idea de lo que estaban haciendo. Según él, todo lo
que hacían con una planta, modificándoles genes que ''podían ser hasta dañinos,
o no'', no lo sabían. Pero asegura que en la actualidad los investigadores saben
lo que hacen con la ingeniería genética.
''Sabemos qué genes
introducimos, cuántos estamos metiendo en la planta, qué codifica ese gen, en
qué ambiente está ubicada la planta y qué producto produce'', dijo el
científico. Grau acepta que esta tecnología ''puede producir problemas'', pero
afirma que los investigadores están trabajando cuidadosamente. Para el experto
''el punto clave'' no es el uso o no de la tecnología, sino ''las cuestiones
éticas que la sociedad va a tener que definir'' sobre las mismas. Asegura que
las modificaciones genéticas que se están haciendo ''pueden ser buenas o malas,
pueden ser usadas con fines bélicos o con fines de control, por eso importa que
la sociedad participe en las decisiones para que estas cosas no se utilicen con
fines dañinos'', comentó.
Consumidores,
ecologistas y la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (Uita)
cuestionan la comercialización de plantas y semillas transgénicas por el peligro
que las mismas pueden ocasionar a la salud humana y el ambiente. El agrónomo
brasileño Sebastián Pinheiro, asesor de salud y ambiente de la Uita, dijo que
aún no se ha determinado la influencia que pueden tener las plantas
genéticamente modificadas sobre la cadena evolutiva. ''Cuando una bacteria o un
polen genéticamente manipulados escapan, nunca más se podrán recuperar, el
ambiente nunca más volverá a ser el mismo. No es petróleo, que se ve. Esto no se
ve y sus efectos son absolutamente incontrolables'', argumentó.
¿Gato por liebre?
La nueva Constitución
ecuatoriana aprobada en noviembre de 1997 establece que las leyes del país deben
regular la entrada de productos transgénicos. La norma constitucional sólo puede
ponerse en práctica mediante la aprobación de una ley complementaria en el
Congreso o la emisión de un decreto ejecutivo. Los grupos ecologistas temen que
la Constitución pueda ser malinterpretada y al permitirse el ingreso de
alimentos mejorados genéticamente, pero no transgénicos, se posibilite
indirectamente la entrada de éstos.
''El problema es que
Ecuador no tiene capacidad técnica para determinar cuáles son los alimentos
transgénicos y cuáles no. Puede ocurrir que nos envíen gato por liebre'',
enfatizó Elizabeth Bravo. Para la bióloga, es mejor que intervenga el Congreso
antes que el Ejecutivo, porque si el tema se trata en el Parlamento ''puede
abrirse un debate nacional y las organizaciones ecologistas podemos dar nuestro
argumento. En cambio mediante decreto no habría discusión''.
Los
transgénicos amenazan nuestra salud y deterioran el medio ambiente. Contaminan
otros cultivos y destruyen la agricultura familiar, agravando el hambre en el
mundo. La coexistencia no es posible. Consumidores/as y agricultores/as tenemos
el derecho y la responsabilidad de conocer y decidir cómo y dónde se producen
nuestros alimentos.
Un
transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo
que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes. Las técnicas de
ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético)
de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para
introducirlos en el material hereditario de otro. Por ejemplo, el maíz
transgénico que se cultiva en España lleva genes de bacteria que le permiten
producir una sustancia insecticida.
La
diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que
permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no
existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado
en un modelo científico que está en entredicho.
Algunos de los peligros de estos cultivos para el medio ambiente y la
agricultura son el incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la
contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad,
el desarrollo de resistencias en insectos y "malas hierbas" o los efectos no
deseados en otros organismos. Los efectos sobre los ecosistemas son
irreversibles e imprevisibles.
Los
riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra
alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están
evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias,
aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.
Los OMG refuerzan el control de la alimentación mundial por parte de unas
pocas empresas multinacionales. Los países que han adoptado masivamente el uso
de cultivos transgénicos son claros ejemplos de una agricultura no sostenible.
En Argentina, por ejemplo, la entrada masiva de soja transgénica exacerbó
la crisis de la agricultura con un alarmante incremento de la destrucción de sus
bosques primarios, el desplazamiento de campesinos y trabajadores rurales, un
aumento del uso de herbicidas y una grave sustitución de la producción de
alimentos para consumo local.
La solución al hambre y la desnutrición pasa por el desarrollo de tecnologías
sostenibles y justas, el acceso a los alimentos y el empleo de técnicas como la
agricultura y la ganadería ecológicas. La industria de los transgénicos utiliza
su poder comercial e influencia política para desviar los recursos financieros
que requieren las verdaderas soluciones.
Defendemos la aplicación del Principio de Precaución y nos oponemos por
lo tanto a cualquier liberación de OMG al medio ambiente. Los ensayos en campo,
incluso a pequeña escala, presentan igualmente riesgos de contaminación
genética, por lo que también deben prohibirse.
Greenpeace no se opone a la biotecnología siempre que se haga en ambientes
confinados, controlados, sin interacción con el medio. A pesar del gran
potencial que tiene la biología molecular para entender la naturaleza y
desarrollar la investigación médica, esto no puede ser utilizado como
justificación para convertir el medio ambiente en un gigantesco experimento con
intereses comerciales.
Riesgos de la Biotecnología de los alimentos
La introducción de genes nuevos en el genoma de la planta o del animal
manipulado provoca transformaciones impredecibles de su funcionamiento genético
y de SU metabolismo celular; el proceso puede acarrear la síntesis de proteínas
extrañas para el organismo —responsables de la aparición de alergias en los
consumidores.....; la producción de sustancias tóxicas que no están presentes en
el alimento no manipulado, así como alteraciones de las propiedades nutritivas
(proporción de azúcares, grasas, proteínas, vitaminas, etc.).
Hay suficientes peligros reales como para afirmar que estos alimentos no son
seguros. Las experiencias pasadas con biocidas como el DDT, aconsejan una
prudencia extrema. Junto a ¡os riesgos sanitarios, la amenaza para el medio
ambiente es, incluso, más preocupante La extensión de Cultivos transgénicos pone
en peligro la biodiversidad del planeta potencia la erosión y la contaminación
genética, además del uso de herbicidas (un importante foco de contaminación de
las aguas y de los suelos de cultivo). Según un informe de la OCDE, el 66% de
las experimentaciones de campo con cultivos transgénicos que se realizaron en
años recientes estuvieron encaminadas a la creación de plantas resistentes a
herbicidas La Agencia de Medio Ambiente de Estados Unidos advierte de que este
herbicida de amplio espectro ha situado al borde de la extinción a una gran
variedad de especies vegetales del país; por otro lado, está considerado uno de
los más tóxicos para microorganismos del suelo, Como hongos, actinomicetos y
levaduras.
Otra de las preocupaciones fundadas es el posible escape de los genes
transferidos hacía poblaciones de plantas silvestres, relacionadas con dichos
cultivos transgénicos, mediante el flujo de polen: la existencia de numerosas
hibridaciones entre si todos los cultivos transgénicos y sus parientes
silvestres ha sido bien documentada La introducción de plantas transgénicas
resistentes a plaguicidas y herbicidas en los campos de cultivo conlleva un
elevado riesgo de que estos genes de resistencia pasen, por Polinización cruzada
a malas hierbas silvestres emparentadas creándose así las denominadas «súper
malas hierbas», capaces de causar graves daños en plantas y ecosistemas
naturales.
A su vez, estas plantas transgénicas con características nuevas pueden desplazar
a especies autóctonas de sus nichos ecológicos.La liberación de organismos
modificados genéticamente al medio ambiente tiene consecuencias a menudo
imprevisibles, pues una vez liberados —el animal o la planta —,se reproducen y
se dispersan por su hábitat, imposibilitando cualquier control.
Los promotores de los transgénicos (organismos genéticamente
transformados OGT), prometen que éstos serán más nutritivos, aumentarán las
cosechas y disminuirán el uso de químicos y, por ello, son la solución para el
hambre en el mundo. Deberíamos, nos dicen, aceptar los riesgos que conllevan, ya
que todas las tecnologías tienen riesgos y siempre hay quienes no comprenden la
ciencia y se resisten a los cambios.
La realidad de los transgénicos nos muestra que no cumplen con ninguna de
estas promesas. Por el contrario, producen menos, usan más químicos, generan
nuevos problemas ambientales y de salud, crean más desempleo y marginación,
concentran la propiedad de la tierra, contaminan cultivos esenciales de las
economías y las culturas, como el maíz, aumentan la dependencia económica y son
un atentado a la soberanía.
1. La ingeniería genética se basa en más incertidumbres que conocimientos
Los transgénicos son organismos a los que se les ha insertado material genético,
generalmente de otras especies, por métodos que jamás podrían ocurrir en la
naturaleza.
Estudios recientes, aparecidos en publicaciones científicas, postulan que los
dogmas centrales de la genética, desde la década de 1950, podrían estar
fundamentalmente equivocados. Lo grave es que sobre este dogma central
¿equivocado? se están produciendo a gran escala organismos transgénicos que van
a parar a nuestros alimentos, medicinas y a la biodiversidad circundante.
La tecnología de la ingeniería genética tiene tantas incertidumbres y efectos
colaterales impredecibles, que no podría llamarse ingeniería ni tecnología. Es
como construir un puente tirando bloques de una orilla a la otra, esperando que
caigan en el lugar correcto. Durante el proceso aparecen todo tipo de efectos
inesperados y los dueños de esta obra aseguran que no hay evidencias de que
tengan impactos negativos sobre la salud o el medio ambiente, y que los que los
cuestionan no son científicos. La realidad es peor, porque los transgénicos no
son inertes, sino organismos vivos que se reproducen en el ambiente, fuera de
control de los que los han creado.
2. Conllevan riesgos para la salud
Si usted fuera a una tienda y viera un anuncio de galletas que dice “no hay
pruebas de que sean malas para la salud”, ¿las compraría? Yo no. Y creo que
nadie más. Por supuesto, la industria biotecnológica no está buscando estas
pruebas. Científicos independientes, como el Dr. Terje Traavik de Noruega, han
encontrado en 2004 resultados alarmantes: alergias en campesinos debido a que
inhalaron polen de maíz transgénico.
Pero la verdadera Caja de Pandora, son los efectos impredecibles: ni los que
construyen transgénicos saben qué efectos pueden tener en la salud humana y
animal, al recombinarse, por ejemplo, con nuestras propias bacterias o ante la
posibilidad de que nuestros órganos incorporen parte de estos transgénicos, como
ya ha sucedido en pulmones, hígado y riñones de ratas y conejos.
3. Tienen impactos sobre el medio ambiente y los cultivos
No hay casi estudios sobre los impactos en los cultivos y en el medio ambiente.
Sin embargo, es claro y tristemente demostrado con la contaminación transgénica
del maíz en México, que una vez que los transgénicos sean liberados,
contaminarán los demás cultivos, por polen, viento e insectos. Los cultivos
insecticidas pueden afectar a otras especies que no son plaga de los cultivos,
tal como se comprobó que el polen de maíz Bt afecta a las mariposas Monarca —y
en países de gran biodiversidad, los riesgos se multiplican.
En varias de las plantas de maíz contaminadas que se han descubierto en México,
se notaron deformaciones.
4. No solucionan el hambre en el mundo: la aumentan
Según los promotores de los transgénicos, deberíamos aceptar todos estos
riesgos, porque necesitamos más alimentos para la creciente población mundial.
Pero la producción de alimentos no es la causa del hambre en el mundo.
Actualmente se producen el equivalente a 3,500 calorías diarias por habitante
del planeta: cerca de 2 kilos diarios de alimentos por persona, lo suficiente
para hacernos a todos obesos. El hambre en el mundo no es un problema
tecnológico. Es un problema de injusticia social y desequilibrio en la
distribución de los alimentos y la tierra para sembrarlos. Los transgénicos
aumentan estos problemas.
5. Cuestan más, rinden menos, usan más químicos
Desde que Estados Unidos comenzó con los transgénicos en 1996, el uso de
agroquímicos aumentó en 23 millones de kilos.
Los cultivos transgénicos también producen menos. El cultivo más extendido, que
es la soya tolerante a herbicidas (61% del volumen de transgénicos en el mundo)
produce entre de 5 a 10% menos que la soya no transgénica.
Las semillas transgénicas son más caras que las convencionales. Esto hace que en
algunos casos, aun cuando provisoriamente haya un pequeño aumento de producción,
éste no compensa el gasto extra en semilla. La industria biotecnológica arguye
que esto no puede ser verdad (aunque lo sea!), porque entonces los agricultores
estadounidenses no usarían estas semillas. Lo cierto es que la mayoría no pueden
elegir, va no tienen sus propias semillas, hay falta de opciones en el mercado y
tienen fuertes ataduras con las multinacionales semilleras.
6. Son un ataque a la soberanía
Prácticamente todos los cultivos transgénicos en el mundo están en manos de
cinco empresas transnacionales. Son Monsanto, Syngenta (Novartis
-~-AstraZeneca), Dupont, Bayer (Aventis) y Dow. Monsanto sola controla más de
90% de las ventas de agrotransgénicos. Las mismas empresas controlan la venta de
semillas y son las mayores productoras de agrotóxicos. Lo cual explica por qué
más de las tres cuartas partes de los transgénicos que se producen en realidad
—no en la propaganda— son tolerantes a herbicidas y aumentan el uso neto de
agrotóxicos.
Aceptar la producción de transgénicos significa entregar a los agricultores, de
manos atadas, a las pocas transnacionales que dominan el negocio y enajenar la
soberanía alimentaria de los países.
7. Privatizan la vida
Todos los transgénicos están patentados, la mayoría en manos de las mismas
empresas que los producen. Esto significa un atentado ético, en tanto son
patentes sobre seres vivos, y además son una violación flagrante a los llamados
“Derechos de los Agricultores” reconocidos en Naciones Unidas como el derecho de
todos los agricultores a guardar su semilla para la próxima cosecha. Las
patentes impiden esto y obligan a los agricultores a comprar semillas nuevas
cada año. Si no lo hacen, se convierten en delincuentes. Las empresas
multinacionales de transgénicos tienen iniciados cientos de juicios a campesinos
de Norteamérica, por uso indebido de patente”.
8. Lo que viene: semillas suicidas y cultivos tóxicos
La próxima generación de transgénicos incluye cultivos manipulados para producir
sustancias no comestibles como plásticos, espermicidas, abortivos, vacunas. En
Estados Unidos hay más de 300 experimentos secretos (pero legales) de producción
transgénica de sustancias no comestibles en cultivos: fundamentalmente en maíz.
Se nombra la producción de vacunas en plantas como si esto fuera algo positivo:
¿pero qué sucedería con estos farmacultivos si se colaran inadvertidamente en la
cadena alimentaria? La mayoría de nosotros ha sido vacunado contra algunas
enfermedades. ¿Pero se vacunaría usted todos los días? ¿Qué efectos tendría
esto? Ya se han producido escapes accidentales de estos cultivos.
En México, la siembra de maíz transgénico está prohibida y sin embargo desde el
2001 se ha encontrado contaminación del maíz campesino en varios estados de la
república, al Norte, Centro y Sur del país. ¿Cómo sabremos que no sucederá con
estos maíces? ¿Quién lo va a controlar, si las propias autoridades de la
Secretaria de Agricultura firmaron en noviembre del 2003 un acuerdo con Estados
Unidos y Canadá que les autoriza hasta un cinco por ciento de contaminación
transgénica en cada cargamento de maíz importado que entra a México?
Las empresas que producen transgénicos están desarrollando diversos tipos de la
tecnología “Terminator”, para hacer semillas “suicidas” y obligar a comprarlas
para cada siembra.
9. La coexistencia no es posible ni el control tampoco
Tarde o temprano, los cultivos transgénicos contaminarán todos los demás y
llegarán al consumo, sea en los campos o en el proceso poscosecha. Según un
informe de febrero de 2004 de la Unión de Científicos Preocupados de Estados
Unidos, un mínimo de 50 por ciento de las semillas de maíz y soya de ese país,
que no eran transgénicas, están contaminadas. The New York Times (1-3-04)
comentó sobre esto:
Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio
genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad en gran parte de su
historia. [...] El ejemplo más grave es la contaminación del maíz en México. La
escala del experimento en el que se ha embarcado a este país —y los efectos
potenciales sobre el medio ambiente, la cadena alimenticia y la pureza de las
semillas tradicionales— demanda vigilancia en la misma escala.
Para detectar si hay transgénicos, dependemos de que la propia empresa que los
produce nos entregue la información, cosa que son renuentes a hacer, y por la
que ponen altos costos que cargan a las víctimas de la contaminación.
“Casualmente”, luego de que se han sucedido los escándalos de contaminación, se
ha hecho cada vez más difícil detectarlos.
10. Ataque al corazón de las culturas
La contaminación del maíz en México, su centro de origen, concentra todos los
problemas que describimos hasta aquí, pero además es un ataque violento al
corazón mismo de las culturas mexicanas: a su vasta cultura culinaria y los mil
usos que se le dan al maíz, a sus economías campesinas, a las bases de la
autonomía indígena. Con esta guerra biológica al maíz tradicional, las
transnacionales podrían apropiarse y privatizar este tesoro milenario y
colectivo de los mesoamericanos, obligando a los creadores del maíz a pagar para
seguir usándolo en el futuro.
Las empresas multinacionales productoras y distribuidoras de transgénicos, así
como los que favorecen las importaciones de maíz OGT, los que quieren levantar
la moratoria que impide sembrar maíz OGT, o aprobar una ley de bioseguridad para
legalizarlos, asumen una inmensa deuda histórica que los pueblos de México no
van a permitir ni olvidar. Aldo González, zapoteco de Oaxaca, resume:
..somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que hoy
quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor. Cada uno de los
indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos de nuestros
maíces y decimos con orgullo: “Siembro y sembraré las semillas que nuestros
abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos de sus
hijos las sigan cultivando. E...] No permitiré que maten el maíz, nuestro maíz
morirá el día en que muera el sol.